El 20 de julio se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la Luna, un hito que no ha vuelto a repetirse pero que nos hizo soñar con un futuro espacial. Hoy, en De Salas, queremos rendirle un pequeño homenaje, ayudados por la compañía Rumbo, a esa fecha, visitando lugares de la Tierra que bien podrían estar en nuestro satélite favorito.
Tendemos a “humanizar” o “personalizar” lo desconocido, atribuyéndole formas, volúmenes, colores, olores y puede que hasta sabores, que nos son familiares. Por eso, aunque solo hemos estado en la Luna una vez, al menos de manera oficial y conocida, y las imágenes no eran nada atractivas, hemos dado por supuesto que aquí en la Tierra tenemos paisajes que bien podrían ser la Luna.
El primero de todos es nacional, hemos escrito sobre él y no nos cansaremos de hacerlo porque es muy especial. Se trata del Parque Nacional de Timanfaya, en la isla canaria de Lanzarote. Es simplemente espectacular, pasear entre sus mares de lava es como hacerlo entre los cráteres de la Luna (imaginamos), y hasta se han rodado película y spots televisivos en él. Sobrecogedor, su imagen apasiona o disgusta, pero nunca deja indiferente.
El Parque Nacional de Yellowstone en nuestro país se hizo famoso por los dibujos animados de unos osos que vivían allí, y sin embargo, cuando crecimos y pudimos conocerlo, entendimos porqué el Oso Yogui no quería irse. Es uno de los lugares con una gama cromática de colores más espectaculares del mundo, sus aguas termales son tan conocidas como sus paisajes, y si la luna fuera así, De Salas tendría una propiedad porque es simplemente precioso.
Las tierras altas de la luna se pueden ver perfectamente representadas en Capadocia, en la histórica Anatolia Central de Turquía. Le llaman las “chimeneas de hadas” y su suave roca es el resultado de siglos de erupciones volcánicas, viento y lluvia. Hay quienes la recorren en globo para poder apreciar la inmensidad de este Patrimonio de la Humanidad. Otros recorren andando, la zona del Valle de Göreme. Da igual cómo, contemplarlo deja sin palabras.
La luna está llena de misterios, pero sin duda lo que más despierta curiosidad es el tema de los mares lunares. El Salar de Uyuni, en el sur de Bolivia, es actualmente el salar más grande del mundo y se puede decir que es la mejor versión terrenal del Mar de la Tranquilidad, donde el 20 de julio de 1969 descendió el Apolo 11. Es una estampa de la luna con colores de la tierra. Además, en esta zona boliviana se pueden encontrar lagunas, aguas termales y en épocas de lluvia, se puede disfrutar del llamado “efecto espejo” para unas fotografías de lujo.
Si hay algo que es imposible no disfrutar es el color de la luna. Por eso es inevitable comparar el Desierto Blanco de Egipto con el natural satélite de la Tierra. Su aspecto rocoso blanquecino da un aspecto de paisaje extraterrestre que sorprende a más de uno. Lo más excitante, y lo que pone el punto terrenal, es la fauna tan pintoresca que se puede ver en una excursión: desde zorros hasta diversos tipos de gacelas. Una aventura que, los más enigmáticos, seguramente querrán disfrutar de noche.
Nunca un lugar en la tierra mereció tanto el nombre de un sitio en el universo. El Valle de la Luna, en el Desierto de Atacama de Chile, es uno de los reflejos más fieles de la superficie lunar en nuestro planeta: tiene tanto tierras altas como planicies llenas de rocas, agujeros y explanadas rocosas, y permite apreciar una puesta de sol impresionante, que sólo puede ofrecer este extremo meridional del mundo.
No sabemos si algún día volveremos a pisar la Luna o si, quién sabe, acabaremos viviendo en ella, lo que sí es cierto es que, si se parece aunque sea de refilón a cualquiera de estos lugares, nos va a encantar.
Gala Mora
DESALAS LifeStyle