La Gran Vía es una de las arterias principales de Madrid y sin duda una de las más bonitas, recorridas, fotografiadas e históricas de la capital. Por eso, la recién reinaugurada estación de metro, se ha proyectado como la concibiera antiguamente el arquitecto Antonio Palacios, esto es, con un templete que permitía el descenso al andén mediante ascensores. Y como en De Salas nos gusta rendir homenaje a esta nuestra ciudad de vez en cuando, nos ha parecido una ocasión única para repasar la historia de esta mítica estación y calle.
Con menos de un kilómetro y medio de longitud, supuso el comienzo de la modernización de la ciudad con la construcción de los primeros rascacielos del país y la incursión de las corrientes arquitectónicas del momento procedentes de Estados Unidos.
“El proyecto, pensado para descongestionar el caótico centro de la ciudad, se realizó en tres tramos, empezando por su confluencia con la calle Alcalá. El primero de ellos continuaba hasta la Red de San Luis, el segundo hasta la Plaza del Callao y, por último, el tercero continuó hasta la plaza de España. Cada uno de ellos reflejó la nueva arquitectura de los años en que se realizaron”, cuentan desde la web de turismo.
Los primeros bocetos de la Gran Vía datan de 1862, época en que se reformó parte del centro histórico madrileño, pero el diseño final no llegó hasta 1899, cuando los arquitectos José López Salaberry y Francisco Octavio Palacios presentaron el proyecto. La construcción duró varias décadas, las obras comenzaron finalmente en 1910 y terminaron en 1929.
“Debido a que el proyecto debió respetar tres edificios religiosos, el Real Oratorio del Caballero de Gracia, la iglesia de San José y la desaparecida iglesia de San Francisco de Borja, el trazado de la avenida terminó siendo más irregular de lo previsto. El resultado es un magnífico conjunto de edificios que incluye algunos tan emblemáticos como el Metrópolis, el edificio de Telefónica, el Casino, el Edificio Capitol o el cine Callao”.
Con tanta historia a sus espaldas, no es de extrañar que la parada de metro de Gran Vía necesitara una rehabilitación, y al plantearla, se decidió que para su puesta de largo, debía recuperar parte del esplendor perdido. Y así es como ahora, podemos admirar la nueva joya arquitectónica que decora el final de la calle Montera de Madrid: la réplica del templete que Antonio Palacios diseñó para el suburbano.
El templete pasó a engalanar el centro de la ciudad a principios de los años 20, pero medio siglo después, en los setenta se decidió retirar. Hoy en día la pieza original de granito descansa en un parque de Porriño (Pontevedra), localidad de donde era oriundo el arquitecto. Y casualidades de la vida (o no) es de este mismo pueblo la empresa, Godoy Maceira, que ha trabajado durante un año para crear, pieza a pieza, todo lo necesario para dar forma a la réplica que ya puede contemplarse en la estación de metro de Gran Vía.
“Como anécdota”, cuentan desde Metro de Madrid, “resaltar que el granito utilizado para esta construcción de 10 metros de altura en su momento fue madrileño, pero las canteras que enamoraron a Palacios ya están cerradas, así que Godoy Maceira apostó por material de su tierra. Acompañan al granito la forja y el cristal, así como una visera que el original ya no mantiene y que a los responsables de la réplica sigue cautivando”. Y por si no lo sabían, ha recibido muchos nombres, como Avenida de Rusia, del Quince y Medio e incluso la Avenida de José Antonio.
Sea como fuere, la Gran Vía es un referente en Madrid, y su nueva puesta en escena y funcionamiento merecía un repaso por su historia en este blog de De Salas. Ahora solo queda acercarse a la estación y admirar, en primera persona, la réplica del templete de Antonio Palacios mientras la recorremos, una y otra vez.
Gala Mora
DESALAS Lifestyle